*Las aves acuáticas encontraron un santuario a las afueras de la ciudad de Xalapa, en una laguna, donde se convierten en un atractivo para propios y extraños
Javier Salas Hernández
Xalapa, Ver.- Alcanzan una altura considerable para después lanzarse en picada en busca de la presa, incluso se sumergen en el agua para tener éxito y resurgen victorioso con el trofeo en el anaranjado y puntiagudo pico.
Se les puede contemplar apacibles dejándose llevar por la marea o sobrevolar en las playas o en las cercanías de los puestos. Causa expectación que, con su elegante plumaje blanco y el color naranja de sus picos largos y puntiagudos, en ocasiones quedan en segundo plano cuando dejan ver en todo su esplendor el saco gular que los adorna, merodeen en un lugar no común para ello.
Desde siempre los pelícanos blancos americanos emprenden una travesía de miles de kilómetros huyendo de las congelantes temperaturas de Canadá. Su destino temporal eran los puertos de Veracruz.
Desde hace un par de años, llegaron a la Laguna de El Castillo, a solo 15 minutos de Xalapa, la capital del Estado. Raro verlos en uno de los eslabones de la cadena natural del Bosque de Niebla.
Han hecho de esa inmensurable belleza natural su hogar estacional para sorpresa de propios y extraños. Los habitantes de esta congregación comentan que hace tres años llegó un grupo de cuatro pelícanos y aquí se quedaron durante la temporada invernal.
Y este año, regresó un grupo más nutrido de estas aves migratorias que se ha convertido en el imán para atraer visitantes de Xalapa. Llegaron para hacerle competencia a las pocas personas que se dedican a la actividad pesquera, que día a día salen a curtirse la piel con los agobiantes rayos solares.
En un mutuo respeto, cada uno hace las tareas que les corresponde sin molestarse entre ellos.